domingo, 21 de octubre de 2012

Día 6: Liberty Island, Central Park y Empire State.

Era el último día completo de nuestro viaje, ya que al día siguiente debíamos coger el avión que nos hiciese regresar a la rutina, de modo que si algo no me quería perder, era Central Park.

El día despertó completamente soleado, por lo que era perfecto para nuestros planes. A primera hora, tras el desayuno de rigor, tomamos el metro hacia Battery Park, situado en el extremo sur de Manhattan, donde debíamos abordar un Ferry que nos llevase a Liberty Island, para visitar a Miss Liberty.
Battery Park recibe este nombre por la batería de cañones que los británicos agruparon allí, para defender Manhattan durante el s. XVII. En este parque se encuentra el Castle Clinton, fuerte que se construyó para evitar un ataque de las fuerzas británicas en 1812, pero ha tenido distintas funciones como recepción de inmigrantes, espacio para conciertos o, actualmente, la venta de entradas para el Ferry con destino a Liberty y Ellis Islands.





A pesar de que llegamos bastante temprano ya había bastante cola para subir al ferry, pero después  de unos 40 minutos pudimos acceder al ferry tras pasar nuevamente por un completo control de seguridad, para poder ver más de cerca la Estatua de la Libertad. Sabíamos que únicamente íbamos a poder estar a sus pies, dado que el acceso a la corona lleva un año cerrado por obras; pero aún así, no queríamos perdernos la ocasión de contemplarla más de cerca. Sin lugar a dudas, mereció la pena.



La siguiente parada del ferry era Ellis Island, pero debido a que se nos hacía un poquito tarde para todo lo que queríamos ver en nuestro último día, hubimos de conformarnos con verla desde el barco. Allí es donde llegaban todos los inmigrantes que deseaban acceder a Manhattan entre 1892 y 1954; Se estima que alrededor de 12 millones de inmigrantes pasaron por sus instalaciones; actualmente, unos 100 millones de norteamericanos descienden de aquellos pioneros de antaño.



Habíamos planeado un pic-nic en Central Park, así que tras bajarnos de nuevo en Battery Park, cogimos el metro con destino Columbus Circle, en el ángulo suroeste del gran parque. Aprovechamos para dar una vuelta por los alrededores, antes de adentrarnos en él.



Por fin nos adentramos en Central Park, uno de los sitios que más ganas tenía de visitar ya que en mi anterior viaje a la Gran Manzana se quedó pendiente. El parque es espectacular en esta época del año, los colores del Otoño lo convierten en un escenario sacado de película.
Central Park es el pulmón de Manhattan con sus alrededor de 3,5 km cuadrados de extensión. Jardines, lagos, monumentos... todo un placer para la vista. Sin duda merece una entrada aparte, por lo que simplemente os dejo en compañía de unas fotos.





Para cuando nos quisimos dar cuenta había anochecido, así que nos dirigimos, una vez más dando un paseo, al Empire State para grabar en nuestras retinas la imagen más espectacular de toda la ciudad, el paisaje nocturno de Nueva York contemplado desde el mirador del famoso rascacielos.
Tuvimos la gran suerte de no encontrar ninguna cola para acceder al edificio, por lo que en unos pocos minutos estabamos disfrutando de las vistas en el piso 86 del Empire State.




Tras permanecer arriba alrededor de media hora y casi temblando de frío, decidimos bajar. Recomiendo a quien vaya a subir al mirador que se abrigue bien, puesto que suele hacer varios grados menos en comparación con la temperatura de la calle y el viento es considerable.
Era ya cerca de medianoche, por lo que tras cenar en un Wendy´s regresamos pasito a pasito al hotel, para acostarnos por última vez en la ciudad que nunca duerme.

Good night NY!

viernes, 19 de octubre de 2012

Día 5: Top on the rock, Flatiron, Union Square y Century 21.

Era el quinto día y las caminatas anteriores ya iban pesando, por lo que fue inevitable que se nos pegaran un poquito las sábanas por la mañana. Tras levantarnos, hicimos nuestro ritual de cada día: Desayunito en Starbucks y a andar.
El trayecto no nos llevó más de quince minutos, ya que nos dirigíamos al cercano Rockefeller Center. Bueno, a descontar de eso los diez minutos que hicimos cola en Magnolia Bakery para probar los famosos cupcakes que en tantas películas o series hemos visto. Estaban buenísimos, 100% recomendables siempre que os gusten las cosas muy dulces. En la puerta vimos tres o cuatro "carries" comiéndose su pastelito a lo Sexo en Nueva York.


Es imposible que comas ESTO y estés tan flaquita, dear Carrie...
A unos pocos pasos nos topamos con el majestuoso Rockefeller Center. Lo primero que nos llamó la atención fue que, a pesar de estar aún a mediados de Octubre, ya estaba instalada en su Plaza la pista de hielo habitual cada invierno.

Pista de patinaje del Rockefeller
Tras unas ojeaditas por las tiendas de los alrededores, como Lego, NBC, la tienda del MET, etc., entramos en el edificio para subir al Top of the Rock, la plataforma situada en el piso 67. Tarjeta New York Pass en la mano y adentro. Tras pasar el ya habitual control de seguridad en cualquier atracción neoyorkina, pasamos a un vestíbulo donde tenías que ver 3 vídeos de 4 minutos cada uno: La historia del Rockefeller Center, la construcción y el árbol de navidad del Rockefeller. Se hacen un poco largos teniendo en cuenta que lo que uno está deseando es ver las vistas de la ciudad de Manhattan.
Tras su visionado nos adentramos en unos elevadores con techo de cristal donde se proyectan distintas imágenes de las décadas de vida del edificio. Además, permiten apreciar la velocidad que alcanzan.
Una vez en el piso 67, nos encontramos con una gran habitación panóramica con dos sofás y dos impresionantes terrazas con vistas al norte y al sur de la ciudad. Sin palabras para describirlo. Lo único que se te pasa por la cabeza estando allí arriba es todo lo que darías por poder hacerte un apartamento en ese lugar. Las vistas de Central Park son espectaculares y además puedes ver algo que no se ve desde el mirador del Empire State, el propio Empire.



Vistas desde el Rockefeller Center
Para cuando nos quisimos dar cuenta era la hora de comer, por lo que regresamos sobre nuestros pasos con destino a Times Square donde nos esperaba el restaurante Bubba Gump, del que habíamos leído muy buenas críticas. Se trata de un restaurante temático sobre la película de Forrest Gump y sus platos principales que, como no podía ser de otra forma, giraban en torno a las gambas cocinadas de todas las maneras posibles; no nos defraudó en absoluto. La comida, estupenda (gambas Cajún, Fish and Chips y una deliciosa hamburguesa; y el servicio estaba también a la altura. Eso sin olvidar que de precio no andaba mal. Tiene como especial particularidad un cartel sobre la mesa que indica si no necesitas nada del camarero (Run, Forrest Run!) o quieres que se acerque (Stop, Forrest Stop!).

Run Forrest Run!
Gambas Cajun
Con el estómago a punto de explotar (de placer también), estábamos en la disyuntiva de ir a echar una siesta al hotel, o acercarnos a Union Square para ver el Greenmarket. Sacando mucha fuerza de voluntad, optamos por la segunda alternativa.
El Greenmarket es un mercado de productos frescos que venden pequeños agricultores y ganaderos de la zona de Nueva York. Venden carnes, pescados, productos lácteos, flores de temporada, plantas, frutas y verduras y hasta artículos textiles confeccionados de forma natural, o lanas teñidas artesanalmente. Es realmente chocante ver un mercado así encuadrado entre tantos rascacielos. 

Green Market

Visto el mercado, bajamos por Broadway hasta el Madison Square Park, enfrente del famoso edificio Flat Iron. Es un parque pequeño con ardillas y buena ambientación.

The Flat Iron

En Madison subimos al Metro y nos acercamos a Wall Street en el Downtown, para hacer unas compras en Century 21th, los almacenes de rebajillas por antonomasia de Nueva York; bien no son las tiendas de la Quinta Avenida, pero !jo!, qué precios. No es sólo para mujeres, también hay mucho para el público masculino y de hecho, un poco de todo para cualquiera. A buen precio y buenas marcas. Es raro no ver a alguien con una bolsa del 21th en la mano, por NY. Generalmente, chicas sonrientes.

The Century 21th Saldillo Center

Con los pies rotitos una vez más, que tantos días pateando pasan factura, volvimos al Hotel Milford, nuestra "base", con unas pizzas y refrescos y grandes deseos de caer en la cama. En esta época del año, anochece sobre las 17:00 horas, así que hay que levantarse temprano para aprovechar bien las horas de luz de cada día, especialmente si hay que ir a la Estatua de la Libertad, subir a un rascacielos o... hacer un picnic en Central Park. Que es precisamente lo que haremos mañana.

Good Night NY!



jueves, 18 de octubre de 2012

Día 4: Intrepid, Water Taxi, Brooklyn, Soho...

Llevábamos cuatro días en la Gran Manzana y solo restaban otros tres para irnos, por lo que queríamos exprimir al máximo esos últimos días y así lo hicimos.

Nos levantamos prontito un día más; una duchita y marchando a desayunar. En esta ocasión cambiamos el habitual Starbucks por un Subway, ya que mi acompañante, amigo del buen café, trataba de hallar lo más parecido a un café de los de España. No fue un cambio demasiado acertado; el brebaje que servían ardía como el infierno y el donut estaba bastante reseco. Y es que los americanos saben hacer muchas cosas divinamente, pero su café siempre será "dirty water", es decir agua de pozo ardiendo. Seguiremos buscando el desayuno perfecto.

Una vez desayunados, cogimos el mapa rumbo a Hell´s Kitchen, la Cocina del Infierno, andando una vez más. En otros tiempos ese barrio se ganó el nombre ya os imaginaréis por qué, pero hoy por hoy no es más que un reducto de casas bajitas y clásicas de NY que van derruyendo y cambiando por nuevos bloques, poco a poco. La atravesamos disfrutando de la diversidad de la gente y la gran diferencia con el Midtown, del que sólo lo separan unas pocas calles. Fue curioso pasar en la hora del recreo por un colegio de la zona donde un policía de la School Safety Division vigilaba, mientras los chavales jugaban a baloncesto (algunos realmente bien). Era una imagen de serie americana de TV absoluta.

Tras esto, llegamos finalmente al muelle 86 en la orilla del río Hudson, donde se encuentra el Intrepid, un portaaviones de la Segunda Guerra Mundial que sirve de sede al museo que lleva su nombre. En su cubierta se pueden ver distintos aviones y helicópteros como el SR-71 Blackbird, el F-14 Tomcat y el Harrier; incluso un Concorde, mítico avión de pasajeros anglofrancés supersónico;  pero sin duda lo mejor de la visita, para mí, fue poder ver el transbordador espacial Enterprise, que desde Junio de este año forma parte de este museo.


El Enterprise (que recibe este nombre por la nave de StarTrek) fue el primer transbordador construido por la NASA. Es impresionante verlo tan cerca, de frente, desde los lados y por debajo; en la televisión parece mucho más pequeño de lo que es en la realidad.



Además, se puede acceder al submarino Growler, amarrado al lado del portaviones. Pensar que estaban meses sin salir de ese minúsculo espacio provoca verdadera claustrofobia. Para los aficionados a los aviones y buques de guerra o simplemente a la Historia como mi acompañante, el Intrepid es más que interesante; para los amantes de la exploración espacial como yo, la visita al Enterprisa es maravillosa. Aparte, el Intrepid muestra muchas otras piezas originales de las misiones Apolo y Gemini, en las que actuó como barco de apoyo; hasta hay una cápsula Soyuz y muchas otras cosas curiosas y totalmente originales, nada de reproducciones. Y sin olvidar las increibles vistas que se tienen desde la cubierta del Intrepid.



Finalizada la visita al Intrepid, abordamos a sólo unos pocos metros de distancia (muelle 84) el Water Taxi, que tras un bonito recorrido por el Hudson, amenizado por un tunante de cuidado llamado Patrick, quien iba describiendo cuanto veíamos a ambas orillas, nos dejó en Brooklyn, justo bajo el puente donde a sólo unos metros nos estaban esperando las famosas pizzas de Grimaldi´s. No estaban nada mal, pero tras más de media hora de espera realmente nos supieron a poco.



¡Estábamos al pie del puente de Brooklyn!. Tentados anduvimos de ir hacia adentro y explorar los Brooklyn Heights, donde hay zonas residenciales verdaderamente bonitas. Pero Brooklyn es enorme, y en tan pocos días se hacía imposible verlo todo en NY, por tanto hubimos de plegar velas y atravesamos el puente a pie, de vuelta hacia Manhattan. 
Todos vosotros habréis visto alguna foto del puente de Brooklyn, uno de los emblemas de la ciudad. Es tan monumental y bonito como parece en dichas fotos; además, el fluir de la gente en un sentido u otro, unidos al atardecer estupendo que nos acompañaba, las vistas del Hudson y el contiguo puente de Manhattan, hacían un cuadro perfecto para disfrutarlo al máximo.





Al llegar al final del puente, arribamos al City Hall, desde donde emprendimos el regreso al hotel por Broadway, que fuimos recorriendo muy tranquilamente, dejando Chinatown a mano derecha y atravesando el Soho, zona ahora muy de moda que se está repletando de tiendas fashion. Broadway es la avenida más larga del mundo, por tanto llegados a cierto punto, con el edificio Chrysler ya asomando de frente y las patitas echas polvo, no podíamos dar un paso más y tomamos el Metro hacia Times Square.

Cena rápida y a la cama, para recuperar fuerzas. ¡Madre mía lo que estamos andando y la de cosas que estamos viendo gracias a ello!. No es en absoluto igual ir a todas partes en Metro que a pie, porque de la segunda manera, aunque canse más, consigues realmente conectar cada zona de la ciudad y ves lugares curiosísimos, que no aparecen en las guías turísticas y son tan puramente neoyorkinos como pueda serlo el Empire State; es el NY del día a día, lo que no es para turistas.

Pero cansa mucha más, de modo que acabado el cuarto día: Good night NY y al sobre, que mañana hay que subir al Top of the Rock, la azotea del Rockefeller Building, y hacer más cosas.



miércoles, 17 de octubre de 2012

Día 3: Zona Cero

Cómo os comenté en la anterior entrada, hoy teníamos las entradas para ver el Memorial 9/11, por lo que nos levantamos muy prontito para poder ver toda la zona que rodeaba hace once años las tristemente recordadas Torres Gemelas del World Trade Center. Amenazaba lluvia, pero al final sólo llovió un poco por la tarde y por la noche.

Debo aclarar algo: este no es mi primer viaje a NY. En la primera ocasión, pude visitar lugares tan típicos y tópicos como la Estatua de la Libertad o el Empire State; por eso, esta vez quiero ver más la "esencia" de la ciudad, Nueva York por la puerta de atrás; a fondo. Así que si alguno os estáis preguntando cómo es posible que lleve tres días en la Gran Manzana y aún no haya pasado a visitar a la Dama de Liberty Island, por poner un ejemplo, he aquí el motivo.

Tras desayunar como cada mañana en el Starbucks de al lado del Hotel Milford, también conocido como "erhoté" por la gran afluencia de españoles, cogimos el metro con destino Chambers Street para de este modo acercarnos caminando al Distrito Financiero. Lo primero que vimos nada más salir del metro fue la Torre 1 del WTC, el rascacielos, aún en construcción, que ha superado ya en altura al Empire State, que había sido temporalmente el edificio más alto tras la caída de las Torres Gemelas.


Nos quedaban por delante más de dos horas hasta la hora de la visita al Memorial, por lo que decidimos dar un paseo por los alrededores. Tras un almuerzo en un Deli y comprar algún souvenir por los alrededores. Pasamos por debajo de la torre en construcción a través de unas escaleras seguidas de un puente improvisado, que nos dejó justo en la puerta del Centro Financiero. 
Saliendo por el otro lado del mismo, fuimos a parar al North Cove de Battery Park, un pequeño Pier (muelle) de barcos de recreo que goza de hermosas vistas al río Hudson de un lado y al WTC del otro, donde tiene una parada el Water Taxi. 
Además, hay allí un pequeño monumento en memoria de los policías neoyorquinos fallecidos en el 11S, modesto pero emotivo, donde no falta nunca una corona de flores y que acoge sus nombres en un muro de mármol negro. Es de esos sitios que habitualmente no entran dentro de los recorridos turísticos, pero merece la pena ver.



A continuación nos acercamos a la Zona Cero, New York Pass en mano, para dar comienzo a la visita. Entramos primero en el Memorial, bastante concurrido; algo que nos sorprendió fue que la mayoría del turismo, a diferencia de otras zonas de la ciudad, era nacional. Había algunos japoneses y otra gente extranjera, pero fue el primer sitio donde vimos una concurrencia de estadounidenses de todos los Estados, que mostraba claramente que el Memorial es en realidad una especie de centro de peregrinación para ellos, en la actualidad. No es de extrañar. La cola parecía bastante larga, pero cuando abrieron la puerta avanzó con fluidez y en poco tiempo estábamos dentro. 

Lo que se ve allí depende de la opinión de cada uno. Físicamente, está casi terminado, con dos grandes y hermosas caídas de agua de forma cuadrangular, oscuras y flanqueadas por los nombres de las víctimas de los vuelos y de la Policía, Bomberos y Pentágono, esculpidas en el acero negro del borde. En el centro, un (todavía) pequeño árbol conmemorativo rodeado de bancos y jóvenes jardines que prometen componer en el futuro un precioso lugar. Ya terminado pero aún sin estrenar, se encuentra el Museo del 11S, con sus paredes de cristal. Todo el conjunto está enmarcado por los nuevos rascacielos del reconstruido WTC.
Pero, como digo, la opinión personal impera. Para aquellos a quienes los hechos del 11S sean sólo uno de los muchos capítulos en un libro de historia, no pasa de ser un lugar bonito y señalado. Para aquellos que recordamos las Torres Gemelas y las vimos caer en llamas aquél día, al tiempo que personas desesperadas se arrojaban desde las alturas para buscar una muerte rápida e indolora ante nuestras miradas atónitas y espantadas, ese sitio es un buen lugar para pensar en la barbarie y en las acciones de los seres humanos. 

No me extenderé más, en torno a las muchas sensaciones que la Zona Cero nos produjo, pero os diré que hicimos un pequeño ritual que me enseñó mi acompañante, relacionado con alguna tradición militar, o algo parecido: de entre aquellos nombres, para nosotros desconocidos, elegimos dos al azar y pronunciamos su nombre en alto. Para nosotros, Debbie Bellows y Frederick Varacchi. Para que nunca jamás se olviden.



Finalizada la visita, nos encaminamos hacia la cercana Wall Street, para ir a la famosa Bolsa de Nueva York; pero se había hecho tarde y los "brokers" se habían ido a comer, así que la entrada estaba despejada y tranquila. Aunque, estando justo enfrente la antigua Trinity Church, una iglesia que data de los tiempos de los primeros colonos o poco más, dimos un paseo por sus jardines. En ellos, uno puede curiosear entre las antiguas lápidas, descubriendo a insignes habitantes de NY como Livingstone o Fulton. Y ya después, Metro en Broadway y directos a la zona del hotel en Times Square.

Para comer, elegimos el Shake Shack, una hamburguesería de las buenas, cuya comida nos llevamos al hotel. ¡Ay dios, qué buenas estaban!. Y las patatas, y el batido y todo. Está en la 42 con la Ocatava, más o menos: probadlas. Yo las recomiendo.

Por la tarde, después de un merecido descansito tras semejantes pateadas (mis piernas me han amenazado con una huelga general), paseo de cabo a rabo por la Fifth Avenue (Quinta Avenida), con parada obligada en el Apple Store más genuino, el del cubo de cristal, para comprar alguna que otra i-Chuchería y saludar a los maqueros. También hubo un curioseo por la librería Barnes&Noble.
Luego, en un pequeño rodeo, vuelta por el Rockefeller Center, donde ya está preparada la pista de patinaje que abren todas las Navidades, bajo su famoso árbol y la tienda de Lego.

Estábamos algo cansados con el trajín del día, así que cenamos unos perritos calientes sobre la marcha y de nuevo al Milford para descansar bien, ya que para mañana tenemos cita con Hell's Kitchen, el Intrepid, Brooklyn y un montón de cosas más.

Good night NY!

martes, 16 de octubre de 2012

Día 2: Paseando por NY

Segundo día en la Gran Manzana y seguimos explorando. 
Una regla de oro: no planifiques un viaje hasta el extremo de acabar siendo esclavo de tu plan. El clima, el ánimo o el cansancio pueden dictar el mejor recorrido a seguir. Si ayer te pateaste la Quinta Avenida de tienditas, no intentes hacerlo de nuevo al día siguiente: un viaje no es sólo ir de tiendas o de museos, ni tampoco hay que agotarse enseguida.

Con esa regla en mente, salimos del Hotel Milford rumbo a Bryant Park, tratando de echar mano del Metro en la menor medida posible. Está haciendo un tiempo estupendo y las calles nos reclaman. ¡Nada de esconderse bajo el suelo!. Un largo y estupendo paseo nos acerca a la Public Library; sí, esa biblioteca tan clásica y monumental donde se refugian los protagonistas de la película "El día de mañana". Una de las cosas que tiene Nueva York: casi cada rincón ha salido en alguna película o varias, y es divertido reconocer los sitios según pasas.
Llegamos a la Grand Central Terminal del Metro y nos quedamos un ratito dentro admirando el techo y la construcción impresionante. ¡Epic Fail! Es Domingo y las tiendas de dentro están cerradas. Pues habrá que regresar otro día, porque son interesantes. 
Esta mañana vamos a ir al "Almacén de los judíos", una especie de Media Markt muy pintoresco regentado por judíos ortodoxos. Ahora os cuento. El plan es bajar hasta la Segunda e ir subiendo la calle 34 atravesando las avenidas, con eso de que hay un buen día y ninguna prisa. Así que nada, a patear tan contentos con alguna paradita para descansar y una rápidoa incursión en Macy's, para comprar algún encarguito que otro.

Finalmente, llegamos a la Novena con la 34, donde está este almacén de electrónica, el famoso B&H. De entrada famoso porque en él trabajan mayoritariamente unos judíos de esos de las patillas con ricitos, barbas y gorrito hebreo en la cabeza, muy amables por cierto (exceptuamos a la petarda de la recepción. Ay dios, qué tormento de señora). Aparte de lo anterior, lo curioso de este lugar es que lo que vas comprando lo transportan en unas cintas mecánicas que corren por los techos, de tal manera que vas viendo los paquetes pasar fiuuuu, ziuuuu y resulta muy original. El último aspecto a destacar: los precios. Si te das un paseíto por NY y quieres una cámara, portátil, accesorios y cosas así a buen precio, dáte una vuelta por B&H que merece la pena.

Después, con un hambre de lobo, hamburguesa en un Wendy's cercano. En su día hubo Wendy's en España, pero ya los cerraron; Burger King y McDonald's se los "comieron". Las hamburguesas son mejores, pero ni de lejos las mejores de NY. De esas ya os hablaré.

Lo siguiente, un merecido descanso en el hotel, descarga de bolsitas y luego a la tarde, vueltecita por Times Square, aquí al lado, para sacar fotos de noche y hacer unos recaditos en Hershey's (alarma, chocolatito del bueno) y otros sitios. Mmm... tengo pendiente una foto con el vaquero ese que anda por aquí siempre en gayumbos. Es que es un clásico.

Cena en John's Pizzeria a base de pizza Margarita y Spaghetti Bolognesa. Buen precio, buen servicio, un sitio precioso que os recomiendo -aunque ahora andan en obras- y en general, estupendo. Ya tras eso, mis pies dijeron Stop! y hala, al Milford de nuevo para cargar las pilas, que mañana tenemos una cita con el 11S Memorial y unas cuántas cosas más.

Good night New York.



lunes, 15 de octubre de 2012

Día 1: Llegada a Nueva York

Por fin había llegado el día, así que nos levantamos muy prontito para terminar de preparar las cosas y darnos una buena ducha para estar despejados. Unas horas de espera, escala en Madrid y por delante un viaje que se intuía eterno, para llegar a la ciudad que nunca duerme. Lo malo fue que, cuando estábamos ya con una gran sonrisa por haber pisado suelo americano, después de 8 horas peleando en balde con el asiento de Iberia para encontrar una postura en la que echar una cabezadita, tuvimos que sufrir el paso por un control de inmigración que duró nada menos que ¡2 horas!.

Tras esto acabamos molidos, así que cogimos nuestras maletas, montamos en el Airtrain y después en Metro y por fin llegamos a nuestro hotel, el Milford Plaza, a las 19:30 (hora de NYC). 
La habitación era preciosa y las vistas desde la planta 14 sencillamente increíbles. El hotel Milford hace esquina, pudiéndose ver tanto la Octava Avenida como la calle 45 desde nuestras ventanas. Algo ruidoso quizá, lo normal teniendo en cuenta que es Nueva York y que cada dos minutos pasa algún coche de policía o bomberos. ¡Esto no es turismo rural, es la capital del mundo!.

Tras dejar las cosas en la habitación y una ducha rápida, salimos a cenar. La situación del hotel es increíble ya que tenemos Times Square a la vuelta de la esquina. La idea era cenar en el Bubba Gump, pero la cola que había hasta la esquina de la calle nos hizo cambiar de idea y optamos por unos perritos de Nathan's Famous, la famosa cadena de restaurantes que organiza cada 4 de Julio el concurso de comer perritos en Coney Island. ¡El del año pasado comió 68!.

Teniendo en cuenta las muchas horas que llevábamos a cuestas, nos fuimos pronto al hotel para preparar el que sería nuestro primer despertar en Nueva York. Good Night NY!


viernes, 12 de octubre de 2012

Ultimando los preparativos

¿Pasaportes? ¡Listos! ¿Guía de viaje? ¡Lista! ¿Maleta? ¡Lista! ¿Cámara de fotos? Lista.

Me encuentro a menos de 12 horas de comenzar el viaje que inaugurará este blog a la ciudad que más me ha enamorado nunca... ¡Nueva York!.

Nervios, muchos nervios pero sobretodo ilusión por la semana que voy a pasar en la Gran Manzana. Empire State, Liberty Island, Central Park, etc. me esperan en solo unas horas.

El blog se encuentra aún a medias y con muchos cambios por delante pero no pienso desperdiciar la ocasión de ofreceros un pequeño diario de viaje de esta ciudad que seguro muchos tenéis en mente visitar pronto. No sé me ocurre mejor ocasión para inaugurarlo.

¡Un abrazo muy fuerte!